Por Juan Carlos Andrés
He de confesar que una de las cosas que más me encalabrinan es la poca atención que los hispanohablantes, en general y por lo menos en España, prestamos a la pronunciación de los nombres propios de lenguas extranjeras.
Y cuando semejante cosa la observo en los medios de comunicación y oigo a reputados periodistas repetir una y otra vez pronunciaciones indebidas para palabras o nombres extranjeros casi de uso cotidiano sin la menor vergüenza y con todo descaro, entonces me exacerbo y no sé las barbaridades que se me pasan por las mientes, y de ahí a la boca, porque más de una vez, lo confieso, llego a perder el control que el decoro exige. Sigue leyendo